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El valor de no rendirse: La historia de Carlos Celestino


Repùblica Dominicana.-En la cuadragésima sexta graduación de la Universidad Federico Henríquez y Carvajal (UFHEC), entre los 826 profesionales investidos, hubo un nombre que provocó un aplauso distinto. No porque recibiera una distinción especial, sino porque detrás de él existe una historia que ya inspira a toda la comunidad académica. 

Carlos Francisco Celestino Olivo, de 41 años, recién graduado de la Maestría en Derecho Inmobiliario del Campus La Romana, es mucho más que un abogado o un docente. 

Es evidencia viva de que la voluntad supera cualquier herida, que la fe puede sostener a quien lo ha perdido todo y que la educación es, muchas veces, la tabla de salvación en medio de la tormenta. 

Una vida marcada por dos accidentes y una misma decisión: seguir adelante. 

Nacido en La Romana y criado en el batey Palo Bonito, en Higüey, Carlos creció en un hogar humilde donde aprendió temprano el valor del esfuerzo. Junto a sus hermanos vendía helados y empanadas para aportar en casa, sin imaginar que el destino le pondría pruebas que desafiarían su cuerpo, su mente y su espíritu. 

A los 23 años, un accidente automovilístico cambió su vida para siempre. Era de madrugada y el conductor de la yipeta donde viajaba perdió el control por exceso de velocidad. 


Su mano derecha quedó atrapada bajo el vehículo y, tras una larga intervención médica, tuvo que ser amputada. “Un día antes me había inscrito en la universidad. 

Eso me salvó. Mi cabeza se enfocó en esa meta”, recuerda. Tuvo que aprender a escribir con la mano izquierda desde cero: con frustración, con lágrimas, con práctica constante y con el apoyo firme de su madre. 

Sus compañeros de universidad copiaban sus apuntes; en casa, él ensayaba una y otra vez. Hoy escribe con total naturalidad con la mano izquierda.


Pero la vida aún guardaba otro golpe. 
Dos años después, ya en su octavo cuatrimestre, otro conductor, esta vez bajo los efectos del alcohol, lo impactó al salir de la universidad. Carlos terminó en el pavimento con la rodilla izquierda destrozada. “Pensé: ‘¿Otra vez yo?’ Me deprimí. 

Eran días de dolor, sin poder moverme, dependiendo de otros para lo más básico”. Pasó 45 días hospitalizado mientras un equipo médico intentaba salvar su pierna. Había perdido tejido importante y tuvo que someterse a varias cirugías. 

En medio de ese calvario recibió una llamada que él describe como una luz: “El rector me llamó y me dijo: ‘Manda a seleccionar tus materias, haremos lo posible para que te lleguen las clases’. Desde el hospital seguía estudiando”. Al recibir el alta comenzó una nueva etapa, igual de dolorosa. Su movilidad era limitada, dependía de otros para casi todo, y el proceso de fijación con clavos le ocasionaba un sufrimiento constante.


Hacia 2018, tras múltiples intervenciones, los médicos determinaron que debían amputar su pierna izquierda. Ya no existía posibilidad de colocar una prótesis de rodilla compatible y la opción era salvar su vida. 

La adaptación fue traumática: además de no tener su mano derecha, ahora perdía su pierna izquierda. A Carlos le encantaba caminar y practicar deportes; tuvo que enfrentar una vida más sedentaria. Sintió la ausencia de amigos y familiares, cayó en depresión y llegó a sentirse completamente solo.

 “En mi mente pasaban muchas cosas negativas, y cuando eso ocurría empezaba a orar. Dios fue mi fortaleza. Luego del segundo accidente acepté a Cristo”. Reconoce emocionado a quienes nunca se apartaron: su madre , su pilar esencial, su hermano mayor y sus compañeros universitarios. 

“Yo decía: ‘No voy a volver a la universidad’, y ellos respondían: ‘Usted sí va’. Le decían a mi mamá que me preparara y me llevaban a clases”. Del estudiante que casi se rinde al profesor que hoy inspira Carlos se graduó de abogado en 2015. 

Poco después vivió otro golpe devastador: la muerte de su madre. Aunque quedó profundamente afectado, decidió seguir adelante. Trabajó con un abogado, ganó experiencia y, con el tiempo, regresó a su alma mater en esta ocasión como docente en la UFHEC Campus La Romana. 

Hoy imparte materias como Introducción al Derecho, Procesal Civil I y IV, Derecho Comercial, Derecho Procesal Penal y Optativas I, II y III. 

Su mayor orgullo como profesor no es un título, sino un testimonio humano: “Aconsejé a un estudiante que quería dejar la universidad. Años después me lo encontré ya profesional y me dijo: ‘Profesor, usted me cambió la vida’. Ese día entendí lo que significa enseñar”. 


El abogado que lucha por los más vulnerables 
 Con su nueva Maestría en Derecho Inmobiliario, Carlos busca ayudar a quienes enfrentan irregularidades o injusticias en el sector. 

“Es un ámbito donde hay muchos intereses y, a veces, las personas sin recursos no pueden defender sus derechos”, afirma. Hoy dirige su firma Umbrella Abogados en La Romana, trabaja con una inmobiliaria y es militar jurídico en el Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria del Aeropuerto Internacional de La Romana. 

Su próxima meta: cursar una Maestría en Derecho Constitucional. Un mensaje para quienes sienten que ya no pueden más Aunque su historia está llena de dolor, Carlos prefiere narrarla desde la esperanza. 

“No se den por vencidos. Los estudios son el arma más poderosa contra la ignorancia, el desempleo y las carencias. Con más personas educadas tendríamos una mejor sociedad”. Su vida demuestra que el cuerpo puede quebrarse, pero la mente no si está enfocada; que un camino difícil también puede conducir a un propósito; y que la educación, como él afirma, “es la fuerza que te levanta cuando crees que ya no queda nada”. 

En la graduación de la UFHEC, cuando Carlos levantó su título, no solo celebró un logro académico: celebró haber vencido dos accidentes, el dolor físico y emocional, la depresión y la angustia. Celebró estar vivo. Y con su ejemplo, inspiró a todos.

Fuente: hoydigital