Repùblica Dominicana.-Durante muchos años, la sociedad dominicana sufrió la pesadilla derivada de la creencia firme de los partidos políticos de que las elecciones se ganaban en la Junta Central Electoral.
Esta creencia los conducía, lógicamente, a hacer todos los esfuerzos posibles para penetrar la burocracia electoral y también para poner todo tipo de zancadillas para sacar ventajas frente a sus competidores.
Las páginas de nuestros diarios están llenas de las descripciones de los dolores de cabeza que esta situación provocaba.
Recordemos, por ejemplo, que la instalación del Registro Electoral entre nosotros fue un parto muy doloroso, tanto que los expertos chilenos que vinieron a trabajar en la misma fueron prácticamente expulsados del país.
Pero con el tiempo y las medidas que se tomaban después de cada elección –legales, administrativas y políticas—esa pesadilla fue cediendo. Sin embargo, en los últimos comicios el fantasma reapareció y hasta fue necesario suspender una jornada de votación.
Todos nos aterrorizamos. Pareciera que perdimos el terreno ganado. Ahora tenemos una Junta Central Electoral cuyos miembros se empeñan cada día en hacer un trabajo límpido, eficiente y a tiempo.
Como una especie de Biblia cuenta con un calendario entregado muy temprano a los partidos políticos, a la prensa y a la sociedad civil, de tal manera que todos podemos seguir su labor y edificarnos de los progresos o retrocesos en la ejecución.
Pero preocupa que asomen las perturbadoras molestias de la pesadilla del pasado.
Los partidos políticos tienen el derecho, como protagonistas singulares de los procesos electorales, a reclamar, pedir cuenta, solicitar informaciones, denunciar anomalías, expresar temores, etcétera, pero tienen que cuidarse para evitar que el ejercicio de este derecho se convierta en un recurso de política electoral para sembrar desasosiego entre los electores y la sociedad en general. Y, lo peor, para crear un estado de opinión de sospecha y desconfianza hacia la Junta Central Electoral, hacia sus miembros directivos y hacia el equipo técnico de apoyo.
Editorial hoy.com