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A los chilenos les dejaron ver a San José, pero aquí nos escondieron el cerro

República Dominicana.-Casi coinciden en fecha los incidentes en que quedaron atrapados 33 mineros de la mina San José, en Chile, a las 14 horas 30 minutos del 5 de agosto de 2010; y el de los dos obreros de la Mina El Cerro, en Maimón, provincia Monseñor Nouel, la madrugada del domingo 31 de julio último. 

Los dominicanos estamos jubilosos, porque ambos mineros, el dominicano Gregory Alexander Méndez (30) y el colombiano Carlos Yépez Ospina (37) vuelven a sus hogares vivos y en aparente salud. 

La salida de los dos mineros desde ese laberinto se produjo luego de 10 diez días de arduo trabajo a cargo de rescatistas. Durante el proceso se llegó a movilizar sofisticados equipos que luego se "descubrió" que no era necesario movilizar ni usar para el "rescate" de los dos obreros. 

¡Ay, Dios! ¡Que bueno eres, que no fue necesario que ambos señores corrieran más riesgos...!, aunque nunca se entendió la razón por la cual en ningún momento la empresa CORMIDOM ni las autoridades mineras dominicanas permitieron el paso del ojo de la prensa para que, aunque sea a prudente distancia, ésta pudiera "ver" y ser testigo del "proceso de rescate". 

Por eso les digo aquí que fue mucho más convincente y facinante lo que se hizo en Chile, adonde los medios de comunicación fueron testigos de excepción de casi todo lo acontecido, practicamente desde el principio hasta el final, unos 70 días después de los obreros quedar atrapados; y cuando se produjo el rescate. 

Lo lastimoso es que aquí, como si no se hubiese aplicado la mordaza, nadie, ni siquiera ninguna prensa libre, se dignó reclamar el sagrado y constitucional derecho de información, reservado para los medios como productores, tratantes, canales de noticias y forjadores de opinión pública ni tampoco el derecho a la información, que asiste a la ciudadanía a través de ellos. 

Aquí sólo vieron lo acontecido los dos sectores interesados en ser percibidos como salvadores, pero que son al mismo tiempo quienes con sus actitudes dan origen a los hechos.

El comportamiento general de los medios, salvo el de buscar declaraciones provenientes de partes interesadas y de familiares igual desinformados, fue asumir el rol de antenas repetidoras de lo que dejaban saber la empresa minera y las autoridades. 

Pero ahora queda una única pregunta colgando en el imaginario general: "¿Cuál fue la verdadera historia y ahora quién la contará?

Por Carlos Rodríguez