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Padre Wilkin Castillo: ¡Llamados, formados y enviados!

Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando una la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo: “Vengan conmigo, y os haré pescadores de hombres.” Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. 

Caminando delante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante dejando la barca y a su padre, le siguieron. Mt. 4,18-22 Dios llamó ayer, llama hoy y seguirá llamando. 

El llamado en este caso concreto involucra a dos, Dios y yo. Es un proceso serio en la vida cristiana y en el crecimiento espiritual. Por eso nadie es discípulo misionero si antes no ha sido llamado, tocado y elegido por Dios para tales fines.

La llamada es un tierno y un fino proceso pedagógico de parte de Dios, nada hay más agradable al oído que escuchar nuestro nombre. Es la melodía más perfecta que uno pueda escuchar. El llamado no es por los meritos, carismas, dones, capacidades humanas que tengamos, sino, que es gracia y elección divina, es un derroche de amor al extremo por parte de aquel que nos ama, nos llama y nos envía.

Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: ¡Aquí tienen al cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: que buscan? Rabí, dónde vives? Vengan a ver les contestó Jesús.

Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Jn 1,35-39.

Es necesario la formación, ya que nadie puede dar y ofrecer a otros lo que no tiene, por eso es fundamental formarse para poder formar. Aquí es oportuna la famosa frase “Dios no llama a los capacitados, pero capacita a los que llama”. Hoy como nunca tenemos a mono una gama de herramientas idóneas que facilitan la rápida y efectiva formación del misionero. Es un imperativo que el enviado tiene que propagar, testimoniar y anunciar el mensaje, por eso es llamado portador de buena noticia.

En aquel tiempo Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que tomasen para el camino, un bastón y nada más pero ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Mc 6,7-9 Para ser misionero hay que sentirse enviado por el dueño y señor de la misión, Dios mismo. Por eso en las Sagradas Escrituras se nos dice: “La mies es mucha, pero los trabajadores pocos, rueguen pues al dueño de la mies que envié muchos trabajadores a su mies”.

Es necesario saber que uno de los compromisos de todos los discípulos misioneros es reflejar el rostro de aquel que los envía, y a la vez esta realidad se convierte en un gran desafío. Jesús es explicito con sus discípulos misioneros: les encargó que llevaran dos cosas un bastón y unas sandalias.
El bastón simboliza la fuerza de Dios, quiere decir, que nuestro mayor apoyo y garantía divina es Dios mismo y en él radica el éxito de la misión encomendada.

Por eso el factor económico no determina bajo ninguna circunstancia el desarrollo armónico y fructífero de la misión, aunque no podemos negar que éste ayuda.

Las sandalias significan ese llamado firme a dejar buenas huellas por donde pasa el misionero. Hay que lograr que si el misionero es recordado en los lugares por donde trabajó, no sea por las cosas materiales que aportó en su servicio evangelizador, sino mucho más importante, por haber sembrado la buena semilla espiritual y evangélica en el corazón y en la vida de las personas.

Algo que recalca Jesús a los suyos en el Evangelio, es que no lleven pan, alforja, dinero ni túnica de repuesto. Les anima a que lleven dos cosas y les prohíbe tres, es decir, el valor y la importancia que tiene de que los misioneros vayan por la vida ligeros de equipaje.

Es un anti testimonio llamarse ser discípulo misionero e ir cargado de cosas. El discípulo misionero auténtico, no es aquel que carga cosas, sino el que es capaz y está dispuesto a sacrificar y a dejar cosas, ya que el que va cargado por la vida compromete la misión y “amachorra la misión”.

Cuando “amachorramos” la misión y la cosecha no es abundante y por el contrario somos estéril, el dueño de la misión nos pedirá cuentas.!!!!

Siéntete llamado por Dios, déjate formar, ten la apertura de ser enviado con la firme convicción de que la autoridad viene de Dios y él la otorga a sus elegidos y enviados.
Amén!!!!!

Escritor: Padre Wilkin Castillo