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La leyenda de "Pichón de burro"

Hace años, en Ciudad Trujillo habían unas aves rapaces que tenían su madriguera en los montes del SIM ( Servicio de Inteligencia Militar) , bien cerca del río Isabela, en una zona llamada "la 40". 

Se alimentaban de carne humana y eran tantas aves, que cuando levantaban su vuelo "ocultaban la luz del sol". Tenían sus alas de piedra y el pico de plomo. Y sus garras de acero.




Nadie estaba a salvo pues estos animales infernales aparecían por todas partes y a todas horas amenazando la vida de los que encontraban a su paso.

Nuestro personaje Pichón de burro, recogió muchos cadáveres de ratas , así como de perros y gatos y metiéndolos a todos en un saco, se disfrazó de pordiosero y comenzó a caminar como un burro por la ciudad.

Tito, (como se llamaba Pichón de burro), deambulaba por Villa Consuelo con su andar apurado y su pestilente saco a cuestas.

Por eso, cuando la gente lo veía pasar por sus casas le gritaban : "pichón de burro/ jediendo a gá/, no lo permite/la sanidá" y le tiraban piedras.

Pero "Tito", (según contaban) no les hacía caso y llegó hasta la guarida de las aves rapaces que, al verlo, volaban a su encuentro. Él les lanzó la carne de perro y así las aves tuvieron muchas horas comiendo. Y aún así, los animales sentían la misma hambre. 

Tito los atrajo hacia el río Isabela y les arrojó la carne de gato. Las aves malignas comieron otras ocho horas y siguieron con la misma hambre. El héroe avanzó más hacia el río Isabela y les dejo caer la carne de ratones. Los animales comieron de nuevo por ocho horas y, todavía seguían hambrientos. 

Entonces al llegar al río Isabela, Tito dejo caer las flores mágicas y las aves se lanzaron al río para comerlas . Pero las aguas se convirtieron en gas y Tito les lanzó un fósforo haciendo salir un fuego tan grande que quemó todas las aves. Desde entonces en Villa Consuelo se vivió creyendo esa historieta.

Pichón de Burro, era un colector de botellas vacías que llevaba al hombro para venderlas donde Melitón, el mejor comprador de estos artefactos.

Texto: La Ciudad de los fantasmas de Jimmy Sierra
Foto: Los Archivos de Américo Mejía.

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