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Chantaje y el oro de San Juan

Por Fabio Cabral
La mina de oro de San Juan, ubicada cerca de la comunidad montañosa de Hondo Valle, en la Cordillera Central, ha sido foco de atención desde que el Ministerio de Energía y Minas anunció su explotación por parte de la empresa Gold Quest, de capital canadiense.

A partir de ese anuncio se soltaron los demonios del infierno. Los anarquistas de siempre y los fundamentalistas del medio ambiente, que se erigen como los estandartes y defensores de los bienes colectivos, la emprendieron contra el proyecto para que el Estado eche para atrás los compromisos asumidos con la compañía que hace años exploraba la zona haciendo inversiones cuantiosas hasta identificar el yacimiento. 


Se ha dicho y repetido que ese oro y otros minerales preciosos no pueden ser extraídos de esa loma porque el impacto sería demoledor para la agricultura y la vida de los sanjuaneros, en sentido general, y de todos aquellos que se sirven del importante río San Juan, en la región. Puro chantaje. 

Debemos mirarnos en Gonzalo, una pequeña comunidad llena de gente pobre en la provincia Monte Plata que fue mareada por grupos de la capital, que con campamento y mucha propaganda, lograron, a base de presión, quitarle miles de empleos, directos e indirectos, que generaría la planta de cemento del grupo Estrella y que, finalmente, fue instalada en San Pedro de Macorís con altos estándares. 

Gonzalo se quedó sin pito y sin flauta, viviendo la misma pobreza y sin nadie que le acompañara a compartir su pobreza porque los del campamento se fueron y con ellos la solidaridad momentánea e insincera de los que en romería lucharon contra su desarrollo. 

 Ahora, por lo que he oído sobre la campaña en contra de la explotación de la mina, todo apunta a que se están preparando para montar el mismo espectáculo en la Boca de los Arroyos, La Ciénaga, en Hondo Valle, o quizás en unas estribaciones de la cordillera donde se levanta un complejo de retiro (espiritual) que me han dicho auspicia nuestra santa Iglesia Católica en San Juan. 

 En Juan de Herrera, donde nací y crecí, se está a la espera de que comiencen a subir las carpas para las tiendas donde instalarían los campamentos, para defender con uñas y dientes los intereses de los agricultores sanjuaneros que al día de hoy están boyantes porque la agricultura es una actividad que ha permitido el desarrollo pleno de la provincia. 

Ironía… Señores, no nos llamemos a engaños, los países, en cualquier parte del mundo, han logrado niveles de desarrollo explotando sus riquezas, eso sí, con reglas del juego claras y definidas, donde el gobierno del Estado juega un papel fundamental en la defensa del interés colectivo. 

Es ahí donde los ciudadanos debemos hacer el mayor esfuerzo, aprendiendo de los errores y las experiencias, y no convertirnos en retranca del motor del desarrollo, en este caso de una provincia que, a pesar de su belleza, ubicación geográfica y de su gente, se ha quedado atrás frente a otras a las que sí se le siente el vigor en su economía. 

Ejemplos hay de sobra. 
La era del “Granero del Sur” hace tiempo que quedó en la historia. Se lo dice un campesino que nunca se ha desconectado de su terruño. Miren el movimiento económico de Cotuí y el de San Juan, y comparen. 

 A San Juan le hace falta desarrollar una agroindustria fuerte, pero los recursos no están a la vista. Exijamos que los recursos que podría recibir la provincia por la explotación del yacimiento ayuden a devolverle el esplendor que exhibió en los años 70 cuando se construyeron las presas de Sabaneta y Sabana Yegua que generaron miles y miles de empleos provocando a su vez un movimiento económico jamás visto en toda la zona. 

Eso sí es generar riqueza y los que vivieron esa época lo saben. Ahora, lo que tenemos es que ser claros a la hora de tomar decisiones que pongan en juego el desarrollo de una provincia que poco a poco se va quedando 

Para que tengamos una idea de la situación, para las elecciones del año 2020 la provincia de San Juan perderá un escaño en la Cámara de Diputados debido a que la población está disminuyendo, no porque su gente esté muriendo, sino porque cada vez son más las familias que emigran en busca de un mejor porvenir para sus hijos. 

Esto tiene que poner a reflexionar a las fuerzas vivas de San Juan, incluso a aquellos que han levantado la bandera en contra de la explotación de la mina, sobre el imperativo de que aprovechemos nuestros recursos naturales para generar riquezas a partir de la creación de empleos que motoricen la economía en nuestro querido valle. 

Por el momento nos arrebataron el ambicioso proyecto de conectar a Santiago con San Juan sobre el flojo argumento de que una vía a través de la cordillera Central dañaría la foresta y acabaría con la madre de las aguas. 

¡Cuánta mentira! 
No permitamos que se pierdan miles de empleos para los sanjuaneros que han tenido el valor y el coraje de quedarse en nuestro amado San Juan.

El autor es periodista, nativo de San Juan de la Maguana.