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No lo quieren entender

Por: Víctor Bautista
La mayor parte de la dirigencia de los partidos políticos acomodada bajo sombrillas que le han permitido movilidad económica y social piensa que esas maquinarias electorales y clientelistas (no son otra cosa) tienen futuro, larga vida y están blindadas contra los cambios de los tiempos. 


Bajo ese laurel frondoso, mantienen en vigencia sus viejos métodos que apuntan a la búsqueda del poder por el poder, no evolucionan, son compartimientos estancos y mantienen en una especie de secuestro las instancias internas de toma de decisiones, grandes mecanismos de negociación y prosperidad personal. 

Las denominadas oportunidades a los jóvenes y a la mujer son una farsa, cuotas artificiales que ofenden la dignidad humana. En el fondo, carecen de estrategias para impulsar, conquistar y abrir espacios a esos segmentos. No hablan el lenguaje ni entienden las actitudes de los millenials y mucho menos de la generación Z. 

Sus modelos de comunicación son arcaicos desde los medios hasta los mensajes y sus intervenciones públicas cobran cada vez más la característica de monólogo interior. Los partidos hablan consigo mismos; no con la sociedad. Y menos con las nuevas generaciones compuestas por jóvenes iconoclastas, incrédulos, críticos y cuestionadores. 

Al margen de todo esto, las organizaciones que forman nuestro sistema político no confieren importancia alguna al estrepitoso deterioro de su reputación, albergan todo tipo de alimañas en su seno, producto del pragmatismo que las lleva a pensar que lo importante no es establecer un legado, sino la conquista del poder o retener sus cuotas. 

La construcción de ideas y el debate sobre el desarrollo productivo y la dignidad de las personas desaparecen hasta como enunciados, pues el cortoplacismo las seduce más, especialmente si esto implica sacar ventajas o posicionarse aun sea sobre la base de las desgracias del país. 

Sumidos en un submundo, que resta amplitud de miras y visión de futuro, pero que todavía garantiza ventajas, negocios personales y mucha plata, los partidos no se dan cuenta que corren el riesgo de ser arrasados por un tsunami generacional que los hará desaparecer o los convertirá en otra cosa. 

Todavía hay tiempo de una reforma. Lo lamentable es que no quieren o no les conviene entender. 

El autor es periodista y un autentico sanjuanero.