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De los sofistas griegos a los “científicos” criollos

                                  Biblioteca Dr. Juan M. Taveras Rodríguez

Por Luis García
El Extranjero de Elea, tierra de Parménides, juega un rol sumamente interesante dentro del diálogo platónico “El Sofista”, figura sobre la cual se procuraba una definición que se aproximara a su verdadera realidad en el mundo griego de entonces. 


La respuesta no resultaba fácil porque a los sofistas, en principio, se les consideraba una especie de sabios, de instructores, que eran capaces de persuadir a través de la retórica. 

Posteriormente llegaron las críticas, incluyendo de figuras tan relevantes como Sócrates y Platón, quienes les fueron cambiando esa percepción. 

En el caso de Platón, arribó a la conclusión de que eran mentirosos porque, mediante la retórica, hacían pasar las imágenes aparentes como se si fuesen reales. 

Para el Extranjero, en el citado diálogo, por el contrario, veía que el arte que exhibía el Sofista era aplicable a toda realidad, suponiéndole un conocimiento extraordinario, al punto que sabían de todo. 

Sin embargo, esto no podría ser posible debido a que una de las definiciones de conocimiento es que consiste en el proceso mediante el cual interactúan el sujeto cognoscente con el objeto para llegar a la esencia de las cosas. 

Este preámbulo obedece a que pretendo hacer la conexión con una situación que se verifica en la sociedad dominicana, y se trata de la ligereza de cómo a determinados activistas sociales se les denomina “científicos”. 

Lo llamativo está en que dentro de los promotores figuran hasta escenarios académicos. Hacer ciencia no es una cuestión sencilla y, por vía de consecuencia, ser científico equivale a una categoría superior que un relativo, reducido y privilegiado grupo de seres humanos ha podido ostentar en la historia del mundo. 

Al menos esa es mi mirada. Y por supuesto que tenemos científicos dominicanos, pero que conseguirlos en territorio de la República Dominicana no resulta fácil, en vista que el conocimiento a esa dimensión es remunerado en cualquier punto del mundo. 

Lo que me resisto a aceptar es que llamen “científicos” a ciertos activistas que viven hablando de múltiples temas en la radio y la televisión. Veamos algunos ejemplos de dominicanos que sí han ostentado la condición de científicos, a fin de que de que se pueda hacer la comparación con los medioambientalistas y de otras áreas a los que se les pretende llamar como tales. 

Cito a Erich Kunhardt, “honoris causa” de la Academia Rusa de las Ciencias, profesor de Física aplicada y consejero en el Instituto Politécnico de la Universidad de Nueva York, y a Miguel Canela, quien descubrió en Europa un ligamento peroneo-astrágalo-carcáreo que nunca había sido documentado, y trabajó en el Laboratorio de Anatomía de París, hoy René Descarte. 

También, Juan Manuel Taveras, profesor emérito de la Escuela de Medicina de Harvard, ocupó la posición de radiólogo en jefe del Massachusetts General Hospital, y es considerado el padre de la neuroradiografía; Luis Manuel Betances, cuya tesis sobre la granulación azurófica es uno de los textos de mayor utilización en hematología biológica; y el eminente profesor de las Ciencias Agronómicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) Eugenio de Jesús Marcano. 

Estos ejemplos deber ser ilustrativos para que no se llame “científico”, sin previamente observar cuáles nuevos conocimientos han producido en su área de competencia. 

No olvidemos del diálogo de Platón “el Sofista”, y lo difícil que resultó su definición, muchos más que la del filósofo y la del político.