La situación de pobreza en que viven los profesores dominicanos tiene graves consecuencias en su salud física y emocional, y en la calidad de la educación.
Así lo deja entrever la reciente denuncia de la Coalición por una Educación Digna, que da cuenta de que alrededor de un 37% de los maestros del sistema educativo dominicano padece afecciones mentales, debidas principalmente a razones económicas.
La noticia es extremadamente preocupante para la sociedad dominicana. Los “miopes sociales y políticos” simplemente restarán importancia a la denuncia, pese a que la misma debe ser más bien motivo de profunda preocupación y reflexión para todos sectores nacionales.
Los profesores dominicanos están bajo la influencia del “estrés producido por la pobreza”. Realizan un trabajo pobremente remunerado, pobremente reconocido y pobremente valorado.
El magisterio en el país ha pasado a ser un trabajo de pobres, los profesores están encerrados en un doloroso círculo de la pobreza, con escasas posibilidades de romperlo. Los maestros se suman a los millones de dominicanos que viven en la línea y por bajo la línea de la pobreza.
La profesión de maestro la han convertido, “ayer y hoy”, en un trabajo de pobres, los mismos que han convertido en trabajos “enriquecientes” otros oficios, puestos y trabajos tan importantes como el “construir la ciudadanía desde la escuela”. Y si nos atreviéramos a percibir como esto último el trabajo de maestro, quizá resultaría más importante que otros mejor pagados, beneficiados y codiciados.
El estrés es un problema que va asociado al trabajo docente, que está considerado entre las cinco actividades profesionales más estresantes.
Sin embargo, en el caso del profesor dominicano, el estrés es más frecuente, crónico y dañino, debido a la situación de pobreza en que viven los docentes. Esta realidad debe tomarse muy en serio, para procurar con urgencia las medidas eficaces para prevenirlo, evitarlo superarlo.
El estrés docente ha de entenderse como “un malestar docente”, como “un sufrimiento en el trabajo”, como el impacto de una serie factores relacionados con el trabajo docente que generan “tensión”, fatiga, inconformidad, descontento, ansiedad, agobio y desinterés por el trabajo.
Cuando se hace crónico, perturba el equilibrio emocional y mental, y puede derivar en trastornos psiquiátricos y somáticos de consideración
El señalamiento que hiciera la Coalición por una Educación Digna: “La principal causa de las enfermedades mentales de los maestros es de tipo económico”, asociado a la consabida máxima de que “toda revolución educativa comienza por el maestro”, nos lleva declarar en voz alta “que si el país es incapaz de pagar un salario digno a los profesores, y de garantizarles las condiciones apropiadas para realizar un trabajo de calidad, entonces, la calidad de la educación y la revolución educativa no pasarán de ser enunciados vacíos.
Los estudiantes, lo primero; los profesores lo segundo; las construcciones vienen después.
Hay que crear las condiciones para que los profesores “vivan bien” de un trabajo que se supone “deben hacer bien”, para ello poder contar con beneficios e incentivos económicos y sociales justos y atractivos.
Que no se argumente que es cuestión de presupuesto. El presupuesto educativo no podrá considerarse como tal, mientras no incluya en la inversión educativa un salario que no esté por debajo del costo de la canasta familiar, así como otros beneficios, tales como seguro de salud, de vida, vacaciones pagadas, planes de vivienda, formación permanente subsidiada. Y si no se quisiera asignar el dinero de los fondos previstos en el 4% del PIB, entonces que se apele a otros fondos y aportes posibles contemplados otras leyes vigentes.
Una iniciativa podría ser la creación de un “Fondo Pro-Mejoramiento de la Calidad de Vida de los Profesores”, que comience por el otorgamiento de un mejor salario y una mejor cobertura de los servicios de salud.
Dicho Fondo pudiera nutrirse de aportes de la empresa privada, equivalentes al 5% de la renta imponible del ejercicio, según lo prevé el Título II, Cap. III, Literal i, del Código tributario.
Otro aporte sustancioso podría provenir del “Fondo Nacional de Fomento de la Educación”, previsto en el Título X, Art. 203 de la Ley de Educación No. 66-97, que se nutre de los siguientes ingresos: “El 5% de todos los impuestos sucesorales existentes a la fecha de la presente ley; el 5% de cualquier inmueble que venda el Estado; el 20% del monto total de las cuentas inactivas en los bancos y en las asociaciones de ahorros ay préstamos cuyos plazos de reclamación hayan perimido de acuerdo con la ley; todas las incautaciones que realicen las autoridades aduanales, fiscales, o de policía por evasión, contrabando u otro causa”.
Otro beneficio pudiera ser la creación de una Ventanilla de Préstamos blandos en el Banco de Reservas para adquisición de viviendas o mejoramiento de las que ya se poseen. También la dotación a todos los profesores de una computadora con internet gratuito para facilitar la actualización y capacitación docente y la preparación de clases.
Esta medida pudiera ser asumida por el INDOTEL, las telefónicas, las grandes compañías informáticas y los gobiernos municipales; así como la instalación de “economatos docentes” regionales: tiendas de ropa, artículos para el hogar y comida con precios libres de impuestos.
Todos los dominicanos debemos tomar conciencia de que una escuela con profesores sanos, “libres de estrés generado por la pobreza” contribuye a la conformación sociedad sana. Lo contrario, asusta. Pero asusta más la indiferencia frente al malestar de los profesores dominicanos que nos convierte en cómplices silentes frente a su realidad.- bohechiodigital@gmail.com/18/3/15.