Por: Juan Francisco Puello Herrera
bohechiodigital@gmail.com---28 octubre 2013---En un hecho trágico que tiene varias versiones, el general Emilio Ludovino Fernández Malagón fue asesinado en San Juan de la Maguana por el mayor Luis Ney Lluberes Padrón en 1958; y luego, este último, se suicidó o fue ultimado por el chofer de Fernández Malagón.
Una de estas versiones, no comprobada, sirve para comentar algo que ocurre muchas veces en instituciones no precisamente castrenses, sino sociales y hasta religiosas.
Se especuló que el dictador Rafael Leonidas Trujillo, a sabiendas de las rencillas personales de ambos militares, los juntó en San Juan de la Maguana, aprovechando esto para que se produjera un desenlace como el que ocurrió, para deshacerse de ambos.
Lo demás es historia. Esta situación se ha repetido muchas veces, lo increíble es que este tipo de manipulación proviene muchas veces de quien uno menos espera, utilizando estas circunstancias para prohijar resentimientos y lograr fines ulteriores.
Me consta que esto ha sido una artimaña utilizada en círculos donde se supone debe haber respeto, solidaridad y un espíritu de comunión. Precisamente, estas inconductas se repiten una y otra vez; lo extraño es que algunos de los que recurren a ellas no conocen la historia que narro de la época de Trujillo que cito arriba.
En esto tiene aplicación aquella frase, de que para hacer la maldad no hay que hacer un gran esfuerzo, como tampoco ser un gran estratega. Reunir a dos personas que han tenido diferencias muy serias, para que sean parte de una directiva o de un consejo, a sabiendas que esto terminará tarde o temprano en una división, es una práctica perniciosa.
No se concibe que alguien teniendo una “principalía” o una posición de relevancia en cualquier “orden”, se preste a orquestar un plan de esta naturaleza.
Entiendo que, a la hora de que el Señor pida que rindamos cuentas de nuestras actuaciones, habremos de responder por cada centímetro de las alteraciones que le hemos hecho a su plan de Salvación.
