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El 9/11 Dominicana está viva a medias, empleada famoso restaurante Torres Gemelas

La Dominicana Rosa Hernández está viva, pero está viva a medias, quien forma parte de la lista de trabajadores de las Torres Gemelas que sobrevivieron a los ataques terroristas del 11 Septiembre del 2001, según ella, por “pura suerte”; una suerte que le duele. 

La mujer de 55 años, perdió a 70 de sus amigos con los que trabajaba en el famoso restaurante ‘Windows on the World’, ubicado en los pisos 106 y 107 de la Torre Norte, la primera en ser impactada por uno de los aviones que usaron los terroristas para golpear el corazón de Nueva York, y la segunda que se desplomó, dejando “en el piso y hecha añicos”, la vida de Rosa. 
Ya han pasado 20 años desde aquella fatídica mañana en que Rosa se levantó sonriente y con ganas de ir a las Torres Gemelas, donde era una de las 4 sastres que tenía el restaurante ‘Windows on the World’, que era tan de lujo que hasta tenía a sus propias modistas para que los trabajadores lucieran impecables y bien puestecitos, pero la sobreviviente a la tragedia no lo supera. 

 “El 9/11 no me mató, pero acabó con el cielo en que vivíamos en ‘Windows of the World’. Allí todos éramos una familia. Nunca en mi vida había tenido un trabajo donde me sintiera en la gloria y donde uno viera ese mismo sentimiento entre todos los trabajadores. 

Éramos felices y el 9/11 nos mató a todos. 
A unos en cuerpo y alma y a otros como yo, les quitó la alegría”, confiesa la dominicana, con los ojos tristes, sentada en la sala de su casa en un apartamento ubicado en una colina en Washington Heights; la misma sala de la que salió aquel martes del 11 de septiembre del 2001, cantando, como solía hacerlo, y con ganas de llegar temprano a su trabajo.

 

 “Yo siempre llegaba tarde a todos los trabajos que tenía antes, pero en Windows nunca llegué tarde y siempre quería ir, porque era una maravilla trabajar ahí. 

Era como subir todos los días al cielo, no solo por la vista sino por lo que vivíamos allí, con gente tan linda, de todas partes del mundo, jefes que lo trataban a uno con respeto y mucha vida”, comenta Rosa, quien recuerda que la mañana del ataque la pusieron a trabajar una hora más tarde de su horario habitual, que comenzaba a las 9:00 de la mañana. 

 “Ese día me pusieron a llegar a las 10:00, si no, allá hubiera estado y tal vez me hubiera muerto”, dice la dominicana, con pesar y la mirada pérdida. “Yo me levante tempranito y recuerdo que desde la mañana le decía a mi hijo menor que se fuera a estudiar rápido y que no fuera a cortar clase ese día, porque él siempre cortaba clase en su cumpleaños, y estaba cumpliendo 16. Él estudiaba al lado de las Torres. 

Se fue. 
Luego yo caminé, agarre el tren y casi llegando, el tren se quedó quieto. Dijeron que había un ataque y comenzamos todos a salir corriendo de la estación, todos teníamos mucho miedo, pero no entendía que estaba pasando. 

Luego vi como ese humo que parecía un monstruo nos llegaba a todos“, comentó la extrabajadora de restaurante, quien luego vivió momentos de pánico. “Cuando me paré en un negocio donde la gente estaba viendo en televisión lo que estaba pasando, me di cuenta que eso era en las Torres. 

Me quedé en shock. 
Comencé a llorar y no podía ni moverme. Luego vi gente tirándose desde arriba, donde quedaba Windows y me desesperé. 

Esa mañana había un evento temprano allá con 600 personas. Fue horrible y recordarlo sigue siendo horrible”, asegura la neoyorquina, quien no tenía su celular, porque se le había dañado y no sabía nada de sus amigos y su hijo Jeison, a quien había empujado a ir temprano a la escuela. 

 “Pensé en Manuel Petrocinio, quien era quien recogía todas las cosas en la sastrería que teníamos, y falleció ahí. 

También se murió Clara, una amiga afroamericana mía. Alta y yo nos salvamos, pero yo no volví a ser la misma. Mi hijo finalmente supe que no me hizo caso y cortó clase, entonces nunca fue allá abajo, sino que se quedó por aquí en el Alto Manhattan y me tranquilicé. 
Tuve que caminar seis horas para llegar a mi casa, pero es nada, comparado con lo que he sentido todos estos años. No he vuelto a ser la misma”, agregó Rosa. “Ese no era mi día para morir” “Hoy pienso que ese no era mi día para morir. 

Lo sé, porque la gerencia en Windows on the World casi nunca cambiaban mi horario de trabajo. Fue el día más triste de mi vida. Recé y recé todo ese día. 

Pero me duele. Yo me sentía muy cercana a mis compañeros de trabajo en Windows on the World; todos éramos como una gran familia. Compartíamos bebidas, música, baile, y risas con mis compañeros de trabajo antes, durante, y después del trabajo. 

No he hecho nada por el estilo desde ese 11 de septiembre”, dice la sobreviviente, quien estuvo 9 años en terapias, y quien prefiere no ver fotos ni recuerdos del 9/11 a la vista. “Debido a mis experiencias traumáticas, aunque tengo memorias preciosas de mis días en Windows on the World, nunca volví a trabajar en un restaurante. No podía volver… Ahora soy viuda, se murió mi papá también. Mi hermana falleció hace unas semanas. 

Ha sido muy difícil y tengo problemas de salud”, agregó Rosa, quien en medio de su tristeza revela que tampoco volvió a aparecerse cerca de la llamada Zona Cero. “Ese sitio en mi vida, fue lo mejor. 

Pero también fue como si se me hubiera llevado un pedazo de alma. Por eso nunca he vuelto por allá en 20 años, ni lo pienso hacer. 

Hoy ando mal, ando con algo que me pusieron en el corazón hace cuatro meses, pero más que lo físico, es el dolor en él, el que no se quiere desprender y sé que así va a ser hasta que me muera, creo yo“, agregó la dominicana. 

Pero más allá del dolor y los recuerdos que no dejan de resonar ni una sola noche en la mente de Rosa, ella también tiene un clamor. Espera que como una manera de honrar a los 70 compañeros de Windows on the World que murieron en la tragedia del 9/11, los trabajadores de la industria de los restaurantes de Nueva York tengan mayores protecciones, mejores tratos y salarios dignos. 
El sueño de Rosa es que en todos los restaurantes de la Gran Manzana se viva “la dicha que era ir a trabajar cada día a disfrutar del respeto y el amor” que reinaban en los pisos 106 y 107 de la Torre Norte, desde donde “se veía lo más hermoso del cielo y lo mejor de la Tierra y el agua”. “Los nuestros que se murieron, ya no están. No podemos hacer nada con eso. 

Pero en una ciudad como esta, hay muchos empleados de restaurantes que todavía son maltratados y no son valorados como se merecen, y espero que la lucha por ellos continúe”, dijo, con mucha ilusión, la extrabajadora quien es miembro de ROC United, agremiación que se fundó en medio del dolor que siguió al 11 de Septiembre con sobrevivientes de Windows on the World, inicialmente para apoyar a empleados afectados por el ataque terrorista. 

Otros sobrevivientes de Windows on the World Y en una conferencia virtual para conmemorar el vigésimo aniversario del 11 de Septiembre, varios sobrevivientes de Windows on the World recordaron también los difíciles momentos que vivieron en carne propia con la catástrofe, y la manera en que han tratado de seguir adelante con sus vidas, pero imploraron por beneficios para su antiguo gremio. 

Albert Lee, quien trabajó 15 años en el famoso restaurante desde 1986, también lo describió como una familia y tras la tragedia del 9/11 no se sintió capaz de volver a emplearse en restaurantes, porque era “revivir el dolor”, y por ello pidió que haya justicia en la industria de servicio. “Revivir esto me pone muy sentimental. 

Aunque estoy agradecido de saberme que sigo aquí vivo, cada año es como repetir el trauma de haber perdido a mis amigos en el ataque del 9/11. Yo me salvé porque ese día entraba a las 5:00 de la tarde, pero tuve que dedicarme después a otra cosa, a la industria inmobiliaria”, dijo el hombre de 65 años, originario de Hong Kong. “Hoy quiero pedir por la gente de la industria. Muchos no hacen buenas propinas, por eso espero que ganen lo que se merecen, y que tengan acceso a protecciones de rentas, de comida, aumento de salarios”. 

 Sekou Siby, sobreviviente de Windows on the World y actual presidente y director ejecutivo de ROC United (Restaurant Opportunities Centers), también se sumó al llamado y tras recordar que logró salvar su vida en los atentados del 9/11, porque uno de sus colegas, quien murió allí, trabajó por él esa mañana en la cocina del restaurante, pidió que ante los retos que la pandemia tiene con empleados de restaurantes, se proteja a todos.

“Creo que se ha dejado a muchas personas atrás y eso no es justo”, dijo con tristeza. 

Trabajadores de restaurantes vulnerables 
Ahora con una visión más amplia de lucha y defensa de los derechos de los trabajadores de los restaurantes en varios rincones del país, ROC United y sus miembros insisten en que la desgracia del 9/11 tiene mucho en común con la pandemia del COVID, donde trabajadores vulnerables han llevado la peor parte, pero al mismo tiempo han aprendido a salir con más fuerzas debajo de las cenizas. 
 “Si bien la tragedia del 11 de Septiembre desplazó a miles de trabajadores de servicios y restaurantes, unió a los neoyorquinos y a todo el país. 

Nuestra industria de restaurantes también se recuperó más fuerte que nunca después del 11 de Septiembre de 2001, hace dos décadas“, asegura esa agremiación, que urge que haya un liderazgo y políticas más efectivas para garantizar el bienestar, la salud, la seguridad y la protección laboral de los trabajadores de restaurantes. “Desde principios de marzo de 2020, miles de empresas han cerrado debido a que el coronavirus se propagó rápidamente en la ciudad de Nueva York y en todo el país. 

Millones de trabajadores de restaurantes se han quedado desempleados y aún enfrentan la falta de atención médica, desalojos o ejecuciones hipotecarias y facturas crecientes sin ningún alivio a la vista”, agregó ROC, que ha ayudado a más de 500,000 trabajadores y se ha asociado con 860 compañías empleadoras en la lucha por los derechos de los trabajadores de restaurantes en todo el país.

Fuente: eldiariony.com