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De Olivorio Mateo a Mildomio Adames

Por Frank Núñez
Una exhaustiva revisión a la bibliografía mesiánica de la República Dominicana justificaría el paralelismo que observan algunos entre Olivorio Mateo Ledesma (Papá Liborio) y Mildomio Adames Flores (El Peregrino), protagonistas de hazañas propias de la religiosidad popular en las dos primeras décadas de los siglos XX y XXI. 

Las de los más recientes se han hecho virales en las redes sociales y otros medios, en tanto que la leyenda del primero circuló de manera avasallante gracias a relatos de caminantes intercalados con cánticos de salves y plenas. Papá Liborio, sanjuanero, ha sido estudiado por los investigadores suecos Jan Landius y Mas Lundhl, seguidos por los dominicanos Danilo P. Clime, Lusitania Martínez y Anulfo Mateo Pérez, entre muchos otros. Habrá que esperar los estudios con rigor científico sobre El Peregrino de Villa Altagracia.

Quien copie textualmente las prédicas de Adames Flores, cuya concentración en Puerto Plata el pasado domingo mantiene una pugna feroz entre el gobierno y la oposición, observará su gran similitud con las proclamas de Mateo Ledesma. Todo en medio de la cuarentena por el coronavirus. Los comienzos del siglo XX fueron de inestabilidad política en el país, además de pestes y huracanes que acrecentaban la pobreza. 

El mesías sanjuanero fue dado por muerto, pero reapareció con un mensaje que dijo traer de los cielos: “he sido enviado por Dios a una misión que durará treinta y tres años”. Se tribuyó el derribo del cometa Halley y el hundimiento del Memphis, un buque de guerra norteamericano encallado frente a la costa de Santo Domingo. “Que salga el mal y entre el bien”, era su lema espiritual, hasta que las tropas yanquis le pusieron fin a su existencia en 1922.

Como ocurrió con Papá Liborio, las definiciones populares de El Peregrino van desde brujo y profeta hasta curandero. Al primero llegaron a considerarlo “el Dios de los pobres”. La ciencia no ve en estos personajes más que pacientes psiquiátricos, dignos de ser tratados profesionalmente. La sociedad en la que les toca vivir, revela con ellos sus carencias.