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Un periodista "limpiavidrios"


Son las 8:00 de la mañana de un domingo nublado y la esponja empapada de agua y shampoo cae sobre el vidrio de un carrito público que circula entre las avenidas John F. Kennedy y Máximo Gómez, de la capital.

Era mi primer cliente del día y ya era recibido con un insulto del conductor. El chófer encendió el parabrisas y me tumbó la esponja al pavimento, al mismo tiempo que aceleró y me lanzó el vehículo casi encima. 

Cuando creí que la situación no podía empeorar más, miro hacia mí alrededor y veo que mis nuevos compañeros “limpiavidrios” me observan con detenimiento. 

Hasta ese momento, el miedo y la vergüenza ya eran mis amos supremos. “¿Tú no eres de este país verdá¥? Tú pareces venezolano y que nunca has limpia¥o vidrios”, me dice uno de ellos, quien me sorprende con su afirmación. Aun así, no lo pienso mucho y respondo que sí para seguirles la corriente. 

En ningún momento se imaginaron que en el puente peatonal, ubicado en esa intersección, se encontraba el fotógrafo Víctor Ramírez, mucho menos sospecharon que yo era un periodista. 

 Entre las 8:00 y 11:30 de la mañana ya había ganado 125 pesos. Durante ese tiempo tropecé con señores que solo levantaban el dedo índice con la negación en movimiento. Otros fueron menos sutiles y bajaban el vidrio para recordarme a mi madre.

El reloj de un agente de la AMET que se encontraba allí marcaba ya las 12:28 del día, era el momento de comer y solo pensaba en aquel sándwich que había rechazado. Son las 5:00 de la tarde y el cielo sigue gris por lo nublado. Entre lloviznas y poca circulación de vehículos, he ganado en estas últimas horas solo 180 pesos, sumando ya 260 pesos. 

Contrario a mí, que todavía peco de novato en estos menesteres, los “limpiavidrios” regresan a sus casas con 600 y 700 pesos al día, lo que al mes no soñaría con ganar de sueldo un miembro de la Policía. 

Recogí mis herramientas de limpiar vidrios, me despedí de mis compañeros que quedaban y caminé hacia la avenida San Martin con Máximo Gómez, donde me esperaba el chófer del Listín Diario, Juan Bautista Soto. Cuando abordé el vehículo y me quité el disfraz mental que llevaba, renuncié a mi nuevo trabajo para seguir dedicándome al periodismo por vocación. Leer la historia completa Listín diario 24/02/2017.