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EL MILAGRO DE ESTAR VIVO

Con todo y que todavía escribo, en estos días estuve a punto de que me llevaran a la tumba a causa de un derrame cerebral, gracias a Dios detectado a tiempo en la Plaza de la Salud. Mi pierna izquierda de pronto se moría y en dos puntos de mis venas se formaron coágulos, impidiendo la circulación de la sangre, mi movilidad por supuesto, y endureciéndome la pantorrilla. 

Sentí (y todavía lo siento) un dolor horrible y no podía caminar apenas lo hacía cinco minutos. ¿Y ahora qué? La presión arterial subía y me resistía a decir lo que sentía. Imaginé que mi vida se me iba, y acudí ante una médico cardiovascular que, después de un examen riguroso en ambas piernas, sólo atinó a exclamarme: "¡Usted está vivo para contarla! ¡No puedes negar que eres periodista!". 

Curiosa por saber de dónde pudo haber venido el milagro de estar vivo, la doctora me interrogó con vehemencia porque no podía concebir cómo no había hecho un evento mortal. Acostado boca arriba en la camilla, escuchándola con más miedo que premonición, le pregunté a la doctora qué tan grave de salud me encontraba. 

No me respondió; en cambio, prefirió mirarme, y al cabo de unos minutos me dijo: "Acá soy yo quien hago las preguntas". Casi de inmediato me preguntó cuáles medicamentos estaba consumiendo y me acordé de una medicina deportiva que por casualidad me habían sugerido, consistente en una pastilla diaria de magnesio y potasio. 

Me llevó su mano a la cabeza y me dijo: "Eso lo tiene vivo" y pasó a explicarme las propiedades de ambos medicamentos y su efectividad en la oxigenación de la sangre muscular y cerebral. 

Ahora, en la antesala de practicarme un cateterismo, he dejado definitivamente el cigarrillo..., ese asesino que tapó mis venas de nicotina y por poco me lleva a la tumba. Aún no puedo contarla del todo todavía, pero con la gracias de Dios y una doctora acuciosa sigo vivo. Por Tony Pina, autor es periodista. 20/07/2016.