Hace un año aprendieron a leer. Tenían 44 y 30 años, respectivamente. Las alfabetizó Rosalba, la hermana menor de Marina, de 20 años, a través del programa de alfabetización de adultos de la fundación Sur Futuro. La experiencia les cambió la vida, dicen orgullosas. ¿En qué sentido?
“Ya uno se defiende, si uno va al colmado sabe cuánto gastó, con cuánto pagó y cuánto le van a devolver. Ya uno no se deja engañar y eso es un cambio”, sonrié Marina.
Eridania, a su vez, no se avergüenza de haber aprendido a leer tan tarde y enumera sus beneficios: “Ya sabemos hacer una lista para ir al colmado, si vamos al médico y nos recetan sabemos si la medicina está vencida. Si el marido va a quemar con químicos sabremos si el veneno está vencido o no y ya podemos ayudar a los muchachos con las tareas”.
Son, como dice la coordinadora del área de educación de Sur Futuro en Padre Las Casas, Cristobalina Veloz, testimonios muy simples pero muy significativos para ellas, que no tuvieron la oportunidad de alfabetizarse.
“La escuela de antes era muy difícil. A las mamás no les gustaba enviar a las hijas tan lejos, porque para ir había que cruzar un arroyo, y después tampoco se podía estudiar porque se habían metido en hijos”, recuerda Eridania. Incluso hoy, las familias de Los Severinos hacen un esfuerzo para enviar a sus hijos a la escuela.
“Los mandamos arriesgándolos. Tienen que salir a las 6:30 de la mañana para llegar a Arroyo Cano a las 8:00, porque la escuela en Los Severinos llega hasta tercero. Vuelven a las doce, con hambre, como quiera; a veces uno lo manda sin na’, porque no tenemos qué darles”, explica Marina.
Rosalba, la facilitadora, es una de las jóvenes que atravesaba el arroyo, que aguantaba sol y lluvia para estudiar en la comunidad de Arroyo Cano, donde completó hace poco el bachillerato. “Llegué a venir mojada, y llegar a mi casa también mojada”. Lo que más sorprendió y disfrutaron sus estudiantes, dice, fue aprender a escribir sus nombres.
“Este año tenemos 20 unidades, módulos de 15 y 20 personas y 375 estudiantes alfabetizándose”, dice Yennis Mancebo, encargada del proyecto de alfabetización.
Los facilitadores son jóvenes de las mismas comunidades capacitados por Sur Futuro. La alfabetización dura seis meses pero los estudiantes tienen la oportunidad de integrarse a los demás proyectos que promueve la fundación en diversas áreas: cursos de belleza, de manualidades, emprendedurismo, informática...
Eso hicieron Eridania y Marina, quienes ahora toman un curso de manualidades en Arroyo Cano con la profesora Martha Veloz (Yuri). Allí aprenden sobre todo bisutería, manualidades en general y decoración. Con ellas también estudia Richard de la Rosa Ramírez, facilitador de alfabetización y beneficiario de muchos otros programas de Sur Futuro. Con 23 años y en tercero del bachillerato, Richard debe atender y dejar lista la comida a un padre enfermo y a su hermanita menor en Buena Vista de Yaque, antes de salir a capacitarse en todos los cursos que pueda. Lo hace, asegura, “porque quiero aprovechar al máximo las oportunidades que me da Sur Futuro. No llegan dos veces, cuando llegan una vez hay que aprovecharlas”.
La profesora Marta Veloz valora este esfuerzo que hacen los alumnos por superarse. “Tenemos 25 estudiantes. Las clases duran 120 horas y la Fundación les ofrece los materiales y los trabajos terminados. Es un sacrificio venir para muchos de ellos pero hay que hacerlo porque esta es una comunidad muy vulnerable que lo necesita”, expresa.